10 libros que me marcaron como lectora de género antes de los veinte

Hace ya unos años, en 2015, cuando abrí este blog, escribí una entrada para el día de Sant Jordi en la que explicaba cómo la literatura se convirtió en algo imprescindible para mí, cómo he pasado mi vida entre libros. Incluso nombré algunos, aunque no fueran los libros que me marcaron de verdad como lectora de género. En aquel entonces, hace seis años ya, había retomado la escritura después de un largo parón (tan largo que duró dieciséis años), aunque todavía no sabía que, antes de diciembre, reconduciría mi carrera profesional hacia la corrección, que en 2017 sería madre y en 2019 me habría separado. Tampoco sabía que volvería a España (en aquel entonces vivía en Panamá y ya llevaba tres años fuera de casa) y que una kindle sería mi tabla de salvación durante mi estancia allí.
Lo que cambia la vida sin que apenas nos demos cuenta.
Pero hoy no vengo a contarte intimidades. O sí, que para eso es mi blog. Es Sant Jordi, uno de mis días favoritos del año, y quiero descubrirte cuáles fueron los libros que me marcaron como lectora de género fantástico antes de cumplir los veinte. De los libros que llegaron después os hablaré en otra ocasión y, quién sabe, igual hasta me marco una entrada sobre los clásicos (fuera de género) que fueron importantes para mí, pero hoy me voy a dedicar a mi infancia y mi primera juventud. ¿Por qué?
Y por qué no.
10 libros que me marcaron antes de cumplir los veinte
La selección de los libros* que me marcaron antes de la veintena la he hecho, como siempre, por ciclo vital. Algunos no se consideraban entonces adecuados a la edad con que los leí, pero lo cierto es que la madurez de las personas cuenta. Y a mí me tocó madurar pronto. ¿Qué me descubrió cada uno de estos libros que me marcaron? ¿Qué significaron para mí en aquel momento?
La sirenita, Hans Christian Andersen
Quien me conoce desde pequeña sabe que nunca fui una niña muy alegre. Más bien retraída y tímida, me refugiaba en los cuentos infantiles, la mayoría de ellos con princesas fantásticas que vivían en grandes palacios y eran salvadas por príncipes mientras ellas no hacían nada. Y vivieron felices y comieron perdices. Y una mierda.
Probablemente lo que más me gustó de La sirenita fue su crudeza y su tristeza final, porque no todo el mundo tiene una infancia o una vida superjapiflogüer. Desde el principio decide tomar sus propias decisiones y hacer sacrificios por sus sueños. Pero todo tiene un precio. Y en este caso, muy alto. Ya de pequeña me hizo comprender que no hay que confundir pasión y amor con obsesión.
Peter Pan, J. M. Barrie
Siempre volaba en mi imaginación a lugares fantásticos en los que corría aventuras, me aliaba con las hadas porque quería tener poderes mágicos y mantener mi independencia y viajar a lugares increíbles, como el país de Nunca Jamás.
Pero luego llegaba la realidad y tenía que ir a clase, hacer los deberes y, una vez nació mi hermana, hacer de older sister, que lo digo en inglés porque queda más cuqui y el Big Ben saca esa vena británica que habita en mí (aunque mi familia dice que no tenemos ancentros del lugar).
Confieso que siempre quise ser como Peter, y que Wendy se fuera con él. Luego descubrí que ser adulta no tiene por qué ser incompatible con la niña que llevo dentro.
El maravilloso viaje de Nils Holgersson, Selma Lagerlöf
Viajé por toda Suecia con esta maravillosa historia que Selma Lagerlöf creó para la Asociación Nacional de Maestros y que pretendía ser un libro de lecturas de Geografía para las escuelas públicas. Ójala se le hubiera ocurrido a alguien hacer algo parecido con la geografía española: una forma de aprender e imaginar al mismo tiempo mucho más divertida que solo observar mapas y repetir una y otra vez.
De este libro aprendí que aprender podía ser divertido. Y no es un trabalenguas.
Momo, Michael Ende
Muchos se preguntarán por qué no he elegido La historia interminable. Siento comunicaros, mis florecillas, que la leí sobre los veinticinco años. Sin embargo, Ende y yo ya éramos amigos de antes, cuando con Jim Botón y Lucas el maquinista me descubrió paisajes increíbles con árboles de cristal.
Sin embargo, fue con Momo donde me llegó de verdad. Mis padres trabajaban muchas horas (como casi todos los progenitores de aquella época) y este librito me hizo sentirme menos sola y más comprendida. Lo releí hace un par de años y solo puedo decirte que sigue de rabiosa actualidad. Imprescindible para recordar lo que es importante de verdad en la vida.
Frankenstein, Mary Shelley
Este fue mi primer acercamiento a la literatura de género más «adulta». Y no me equivoqué en absoluto, aunque era una cría.
Fue una de las lecturas que me acompañó cuando el matrimonio de mis padres se estaba resquebrajando, y tal vez por eso le cogí cariño, porque yo también me sentía un poco como «el engendro/la criatura», ni de aquí ni de allí. Y para colmo, ya sabes lo guapos que nos ponemos todos a esas edades. Me enamoré de la Shelley y de la literatura de terror en aquel instante.
Otra vuelta de tuerca, Henry James
Leí este libro con unos once o doce años. Lo recuerdo porque mi madre vivía en un piso viejo con suelos oscuros que se tragaban toda la luz (y que conste que el piso tenía luz). Era un piso de alquiler y las cucarachas nos invadían desde el piso de al lado. Un escenario perfecto para esta lectura.
Fue uno de los últimos libros que saqué de aquella sala de biblioteca de las que os hablo en el otro post que he mencionado al principio. Aunque Frankenstein ya me había conquistado e introducido en la literatura de terror, este me lo hizo pasar muy mal. Igual que se fuera la luz casi al final y tuviera que terminarlo a la luz de las velas (o no dormía) influyese un poco.
Por cierto, que os dejo esta edición tan bonita ilustrada de Ana Juan porque no la tengo y mi cumpleaños es en septiembre (guiño, guiño).
Drácula, Bram Stoker
¿Qué queréis que os diga? Me dio por los clásicos durante el último año de colegio y todo el instituto, y eso incluye los clásicos de terror. En este caso, porque estaba en la época esa en la que nos idiotizamos todos y pensamos en el amor romántico que ha cruzado «océanos de tiempo para encontrarte».
Pero lo que de verdad me gustó es que estuviera narrado a través del diario de Harker y la correspondencia entre los distintos protagonistas. No digo ya la ambientación, la prosa y el estupendo tratado que es sobre la figura del vampiro, que siendo moral, rayaba en lo inmoral y el erotismo del periodo en el que fue escrito. Y claro, a las edades que yo lo leí, las hormonas están como están. ¡Vente, conde, que la Mina está tonta, hazme tuyaaaaa!
Crónicas de la Dragonlance, Margaret Weis y Tracy Hickman
Mira, que me da igual lo que me digas, lo que me cuentes y que odies esta saga. Nos introdujo a muchísimos en otro tipo de fantasía. Si nos ponemos exquisitos y pedantes, nos quedamos con El señor de los anillos, claro que sí, flor. Pero yo no he dicho que vaya a hablar de los libros mejor escritos de género. He dicho que hablaba de los que a mí me marcaron. Y esta saga tiene dragones, portales, nigromantes, Marie Sues, Gary Stues, algo de salseo, a Takhesis liándola bien y a Kitiara repartiendo hostias como panes. Y como me ha recordado Alicia Pérez Gil: «también tenía tres lunas y un tío que sufría por bastardo. Lo tenía todo».
Por fin encontré un libro donde las mujeres teníamos cabida de verdad y no todo era un campo de nabos. Supéralo.
Un mundo feliz, Aldoux Huxley
La frialdad con la que Huxley plantea este mundo idílico y el vacío existencial de su protagonista encajaban conmigo a la perfección en aquella época. Y es que la adolescencia es un coñazo.
Reconozco que hubo un libro que me marcó un par de años antes y que también leí en el instituto, pero no lo he encontrado en edición en castellano (al parecer está descatalogada). Aún así, para quienes queráis buscarlo o habléis valenciano o catalán (como es mi caso), os dejo aquí L’esquelet de la balena, de David Cirici, una de esas obras dirigidas a público juvenil que considero imprescindible.
Olvidado rey Gudú, Ana María Matute
Este es, probablemente, uno de los libros que más me marcaron antes de cumplir los veinte, y reconozco que lo he releído varias veces.
Sé de mucha gente que ha sido incapaz de terminárselo, pero para mí fue un descubrimiento, uno de esos libros que solo se pueden escribir cuando estás de vueltas de la vida (Matute tenía setenta y un años cuando lo publicó). No solo es un cuento, es un auténtico tratado de las relaciones humanas donde el amor, el odio, la empatía, la envidia y la ambición lo dominan todo.
De esta obra, además, aprendí que se pueden hacer retellings maravillosos (entre ellos encontramos La sirenita) e incrustarlos en novelas diferentes, que las mujeres también escribían género y lo hacían con una prosa increíble, y que los/as/es autores/as de género en español tenían mucho que ofrecer.
Por supuesto, hay muchos otros libros que me marcaron antes de los veinte, sobre todo entre los clásicos que no pertenecen al género fantástico, pero esta lista sería interminable, así que la reservo para futuras ocasiones.
¿Qué libros te marcaron a ti antes de los veinte como lector/a/e de género fantástico?
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