Mujeres Premio Nacional de las Letras Españolas

Venga, que voy a marcarme una de premios literarios y la infrarrepesentación femenina. Tenía mucho donde elegir, pero tras un sorteo (con más de cinco premios que encajaban) le ha tocado al Premio Nacional de las Letras Españolas. Si el año pasado te decía que las académicas de la RAE eran pocas y, la mayoría, desconocidas por el público, los premios literarios que se otorgan en este país tampoco se caracterizan por haber sido amables con la mitad de su población. Sí, hablo de nosotras. Las mujeres.
Igual es que somos un poco menos hábiles en esto de las letras, aunque lo dudo, si tenemos en cuenta que entre los pocos trabajos remunerados admisibles para una «señorita de bien» en este país destacaban el de maestra o institutriz. Ahí lo dejo, por si quieres darle a la neurona, o salir directamente de esta página.
Orígenes y funcionamiento del Premio Nacional de las Letras
El Premio Nacional de las Letras Españolas se creó en 1984. Con este galardón, el Ministerio de Cultura y Deporte reconoce el conjunto de la obra literaria de un autor o autora. Pero, a diferencia de otros galardones, el premiado/a debe ser español/a (en este caso, nacido/a en España o nacionalizado/a), estar vivo y puede escribir en cualquiera de las lenguas oficiales de nuestro país (castellano, catalán, gallego y euskera). Tal y como reconocen en la página web, no solo se pretende galardonar a quienes conforman la cultura literaria actual de nuestro país, sino también representar a la pluralidad lingüística que nos representa.
Resumiendo, que ya es hora de reconocer a nuestros/as grandes literatos mientras aún viven y, además, hacerlo en cualquiera de nuestras lenguas. Porque más allá de ideas nacionalistas, juntaletrillas de mi vida, tenemos una riqueza lingüística que ya quisieran en muchos otros países. Cuatro lenguas oficiales. Las cuatro maravillosas e igual de válidas a pesar de más de un/a cabezahueca.
Otra cuestión llamativa es que el premio es indivisible. Solo se puede otorgar a una persona. Lo que se agradece bastante, sobre todo porque, como ya descubriréis en futuros artículos sobre nuestros premios, muchas de nuestras literatas han tenido que compartir protagonismo con sus compañeros masculinos. Como si dejarlos a ellos durante una edición los hiciera menos válidos. Ains, los señoros.
¿Quién y cómo se elige al jurado y los candidatos al galardón?
Si tienes curiosidad, puedes leer la Orden aquí, pero como soy tan maja, te ahorro ese trabajo tan tedioso (si has leído algún BOE, sabes que son lo peor). Los candidatos son propuestos por las Comisiones de Poesía, Narrativa y Ensayo ante las Dirección General del Libro y Bibliotecas del Ministerio de Cultura.
El jurado está formado por cuatro académicos (se consideran Académicos también a aquellos de Instituciones análogas), cuatro profesores de universidad, cuatro personalidades del mundo de la cultura y el escritor galardonado el año anterior. Los miembros los elige el/la Ministro/a de Cultura (que será, además, el presidente del jurado) de entre los candidatos propuestos por la Dirección General del Libro y Bibliotecas del Ministerio de Cultura.
El premio puede ser declarado desierto.
Estadísticas
Me llama algo la atención de los premios literarios concedidos en nuestro país. Bueno, a mí y a cualquiera que se moleste en ver los listados, y es que las mujeres son un porcentaje mínimo. Pero hoy hablamos solo de uno. El Premio Nacional de las Letras Españolas. Aún así:
Cuatro lenguas, treinta y cinco galardonados desde 1984, y solo seis son mujeres. Seis. De cuatro idiomas entre los que se pueden elegir. Eso representa un 17,14% del total.
Durante el primer decenio se concedieron solo dos premios a escritoras (Rosa Chacel y Carmen Martín Gaite). Corrían las décadas de los ochenta y noventa. No hacía mucho que habíamos salido de una dictadura de cuarenta años, y muchas mujeres no habían tenido acceso libre a la cultura o abandonaban sus sueños para dedicarse a otros menesteres «más propios» de una mujer de la época (parir, cuidar de la familia y ser la perfecta esposa florero. Y no me digáis que no, que crecí en esas décadas). Además, el Premio Nacional de las Letras se concede a una trayectoria literaria, por lo que sus premiados tienen… pongamos que más de cincuenta años. Para cumplirlos en los ochenta, deberían haber nacido en los años treinta, y sabemos de sobra que el acceso a la cultura se complicó cada vez más en esa década, especialmente para nosotras.
Llama más la atención el agujero que se produce entre 1994 y 2007. Trece años pasarán hasta que encontremos otra mujer en la lista, y se tratará de Ana María Matute. Queda feo decirlo, pero creo que veían que ya se hacía mayor y que tocaba entonces o nunca. Y no era plan dejar fuera a una de las mejores literatas de nuestro país. La Matute aún dio guerra otros ocho años, aunque no llegó a ver cómo premiaban a la cuarta mujer, Carmen Riera, ya que falleció un año antes. Solo una mujer galardonada en veinte años. Y se la premió el mismo año en que se aprobaba la primera Ley de Igualdad. Estos dos sucesos no están relacionados, pero es bonito saber que 2007 fue un poquito mejor para nosotras.
La cosa, por suerte, está cambiando. Tres mujeres han sido galardonadas en los últimos cinco años, lo que significa que el problema no es que las mujeres no sepan escribir. El verdadero problema es que están infrarrepresentadas porque no han tenido el mismo acceso a la cultura que los hombres hasta pasado mediados de siglo, y porque el sistema heteropatriarcal y las políticas llevadas a cabo en este país, no nos han permitido explotar nuestra voz hasta principios del siglo XXI.
Galardonadas con el Premio Nacional de las Letras Españolas
Si clicas en el nombre de las galardonadas, podrás acceder a su perfil de Wikipedia. En este artículo solo haré un breve resumen, ya que esta entrada no pretende ser un estudio exhaustivo de sus vidas y su obra, sino un primer acercamiento a estas mujeres.
Rosa Chacel (1987)

A pesar de que Rosa Chacel (Valladolid, 1898 – Madrid, 1994) no pudo asistir al colegio hasta los 11 años porque tenía una salud delicada, su madre (maestra) se encargó de formarla en casa hasta entonces, cuando su familia se mudaría a Madrid.
Chacel, sobrina de Zorrilla, se crió en un ambiente liberal donde le dieron mucha autonomía y le facilitaron el acceso a la cultura. Muestra de ello es que pronto empezó a frecuentar el Ateneo de Madrid donde, en 1921, con tan solo 23 años, dio una conferencia titulada «La mujer y sus posibilidades». Como diríamos ahora: «Ahí, con un par».
También en aquella época participaba como colaboradora en la revista Ultra y entabló amistad con Ortega y Gasset, Unamuno y Juan Ramón Jiménez, entre otros.
Novelista, cuentista, ensayista, poeta (o poetisa, como prefieras), traductora, izquierdista y madre, viajó con su marido, el pintor Timoteo Pérez Rubio, por toda Europa durante cinco años. En 1927 se volverán a establecer en Madrid y colaborará con diferentes publicaciones, entre ellas la Revista de Occidente, y publicará su primera novela: Estación. Ida y vuelta (1930).
Durante la Guerra Civil colaboró con publicaciones de izquierda y ejerció como enfermera, y en 1937 se trasladó con su hijo primero a París y luego a Grecia. No se reuniría con su marido hasta 1939, en Río de Janeiro, Brasil, donde residirá habitualmente (excepto por algunos periodos que reside en Buenos Aires, Nueva York y Madrid) hasta 1977, cuando fallece su marido. Durante esta época pasó algunas penurias económicas y se dedico sobre todo a realizar traducciones, aunque escribió la que se considera su mejor novela: La sinrazón (1960).
Carmen Martín Gaite (1994)
Carmen Martín Gaite (Salamanca, 1925 – Madrid, 2000) escritora, poetisa y ensayista. Si decíamos que Chacel no acudió al colegio por salud, en el caso de Martín Gaite fue porque su padre, de ideas liberales, no quería que la educaran en una institución religiosa, así que entre él y algunos profesores particulares, se encargaron de su formación.
Debido a la guerra, no se trasladó a Madrid para estudiar Bachillerato, sino que lo hizo en la misma Salamanca, donde conoció a Rafael Lapesa y Salvador Fernández Ramírez, futuros académicos de la RAE que influyeron en la vocación literaria de Carmen. En la universidad de Salamanca cursó Filosofía y Letras, periodo en el que colaboró en revistas y teatros. Fue becada para ampliar estudios en Coimbra y Cannes.
Casada con el autor Rafael Sánchez Ferlosio, del que se separaría en los años 70, tuvo dos hijos. El primero fallecido a los siete meses, la segunda, a los 29 años.

En 1954 recibió el Premio Café Gijon por El balneario; en 1957 su carrera como novelista se afianza con el Premio Nadal por Entre visillos. Fue la primera mujer en recibir el Premio Nacional de Literatura por El cuarto de atrás, en 1978 y en 1988 recibió el Premio Príncipe Asturias de las letras.
Gaite también escribió literatura juvenil (Caperucita en Mahattan, 1990), igual que lo hizo la Matute.
Murió de cáncer en el año 2000.
Ana María Matute (2007)

Carme Riera (2015)

De Ana María Matute y Carme Riera ya os hablé largo y tendido en el artículo sobre nuestras Académicas, ya que la primera ocupó el sillón de la «K» y la segunda el de la «n». Pero llama la atención que en 21 años (desde 1994 hasta 2015) solo dos mujeres ganaran el Premio Nacional de las Letras Españolas.
Rosa Montero (2017)
Montero (Madrid, 1951) es una mujer de armas tomar. Si has asistido a cualquiera de sus conferencias o presentaciones lo sabrás de buena tinta. Aunque es periodista de formación y profesión (ella misma reconoce que de la literatura es más bien complicado vivir), pronto se lanzó a la carrera de escribir: con cinco años escribió su primera novela-cuento. Con ilustraciones. Me dirás que no te estoy contando nada oficial, para qué, si puedo contarte mejor lo que transmite cuando la ves en persona.
En el Golem Fest de 2019 fue la invitada de honor. Como es en Valencia, y me pilla cerquita, allí que me fui con Esther Magar. Montero contó en una de las charlas cómo había vivido el ser mujer en un mundo de hombres, el de la cultura. Y explicó que un día se dio cuenta de que no escribía el género que ella de verdad quería, porque una mujer en aquellos años solo podía permitirse escribir ciertos géneros considerados «superiores» y más «femeninos». Un día se levantó, y dijo basta. Fue a los 39 años, con su novela «Temblor».
Reprimí mi parte fantástica hasta mi quinta novela […] porque no nos lo podíamos permitir —habla de las escritoras—. Discutía desde mi lado racional en un mundo de hombres para que me tomaran en serio.
Rosa Montero, durante una charla en la II Edición del Golem Fest (2019)
Aunque su primera novela publicada es Crónica del desamor (1979, año en que nací) y ya había acumulado unos cuantos premios para aquella época, yo no la descubrí hasta el año 98, cuando leí la Hija del Caníbal, que ganó el Premio Primavera de 1997. Y me pasó como con la Matute. Me enamoré de su prosa, de su forma de narrar, y hasta ahora sigo manteniendo esa relación literaria tan íntima entre lectora/autora que se genera cuando leemos una novela.
Podría contarte aquí los premios que ha recibido, cómo babea y absorbe sus palabras el público cuando da una charla, o la versatilidad que tiene para pasar desapercibida entre la gente y llenar una sala con su presencia al mismo tiempo. Pero voy a hacer algo mejor: animarte a que vayas a sus presentaciones o charlas y a que leas su obra. Te aseguro que no te arrepentirás (y ya sabes que yo tengo un gusto exquisito hasta para ponerle piña a la pizza).
Francisca Aguirre (2018)
Poeta y escritora, Francisca Aguirre (Alicante, 1930 – Madrid, 2019) nació en una familia de artistas y fue autodidacta.
Se exilió en Francia con su familia tras la Guerra Civil, pero en 1942, durante la invasión alemana, decidieron volver a España. Su padre, el pintor Lorenzo Aguirre, fue apresado en la frontera y condenado a muerte por la dictadura franquista.
En los años cincuenta, Aguirre frecuentaba el Café Gijón y el Ateneo de Madrid. Se relacionó con Juan Rulfo, Delibes, Buero Vallejo, Cortázar… Allí conocido a su marido, también poeta, Félix Grande, con quien tuvo dos hijos.
Aunque escribía desde adolescente, Aguirre tuvo una especie de revelación al leer el poema Esperando a los bárbaros, de Constantino Kavafis. Tiró toda su obra anterior y comenzó a trabajar en su ópera prima, el poemario Ítaca, que tardaría seis años en completar y que publicó, tras recibir el premio Leopoldo Panero, en 1972. Con este poemario intentó dar voz a las mujeres y los silenciados de la posguerra.

Aunque durante diecisiete años no publicó (1978-1995), cuando volvió a hacerlo, fue con dos obras en prosa. Pronto volvería a la poesía que, en 2010, con Historia de una anatomía, le valió el Premio Miguel Hernández y, en 2011, el Premio Nacional de Poesía.
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