10 maneras de joderle la vida a tu correctora

Este blog se está convirtiendo en una cosa muy seria. Demasiado para mí, florecilla. Que si los diálogos, que si los dos puntos, que si técnicas narrativas… ¿Me he vuelto loca? ¿Me hago mayor? Así que hoy toca algo útil, pero echándonos unas risas. Que la cosa ahí fuera ya está bastante chunga. Hablemos de diez maneras de joderle la vida a tu correctora para que te odie un poquito más.
Lo cierto es que esta entrada iba a ser la gemela de esta otra de Esther Magar. Pero a mí me pasó un tren por encima y le dije que publicara ella, que me había atropellado la vida (sí, soy así de dramaqueen, qué pasa).
Joderle la vida a tu correctora es fácil, aunque no sepas cómo
Si crees que tu correctora es una diva, estás en lo cierto. Y si no soy yo, fijo que aún puede subir niveles de divismo. De divinidad no nos hace falta, que a diosas no nos gana nadie.
Somos maniáticas, exigentes, perfeccionistas y siempre tenemos la razón hasta que la NGLE, RAE y Sousa demuestren lo contrario. Reconocemos nuestros errores con una sonrisa y sentido del humor. Pero cuidado. No es lo mismo eso que decirte: «tu texto, tu decisión», «tú pagas, tú mandas» o el más común de todos: «La decisión es tuya, pero mi obligación es avisarte» (amenaza velada donde las haya).
Si quieres tocarnos los ovarios sin compasión, tienes miles de maneras de hacerlo, pero luego no te quejes si somos respondonas, serias o incluso te derivamos a otra compañera para que te aguante.
Para que la cosa no se nos vaya de madre he seleccionado solo diez y he dividido la entrada en tres secciones, que los croquis se me dan fatal. Y te aviso por adelantado, voy a ser cruel, clara y concisa (nada nuevo bajo el sol), así que si te ofendes, tal vez es que tengas la mala costumbre de hacer alguna de estas cosas (en cuyo caso te recomiendo que rectifiques). Vamos, que te lo tomes con sentido del humor, que de ofendiditos ya está lleno el mundo.
10 maneras de joderle la vida a tu correctora
En vuestro primer contacto
1. Haz gala de tu mala educación en el email
Nos encanta que nos envíes cosas como la siguiente:
Así, tal cual. Y no me lo invento, que nos llegan muy a menudo. Sin un «hola», ni un «adiós» ni un «gracias». Porque para qué. A ver, alma de cántaro, cada vez que nos llega algo así nos dan ganas de responder:
Pero lo cierto es que somos todas un poco imbéciles y en vez de responder eso somos amables. Más que nada porque tenemos que comer a final de mes y no es plan mandaros a silbar a la vía. La otra opción (muy común, por cierto) es ni responder a esos mails. Si en tres líneas me has tratado así, no quiero pensar cómo terminará nuestra relación.
No soy yo, eres tú, en serio
2. No revises la ortografía de tu correo, nos encanta saber que te vamos a cobrar el doble
Si además quieres ganar puntos para que te elijamos, no revises ni un poquito lo que has escrito. A mí también se me escapan erratas con las prisas, pero te pedimos un mínimo. Y deletreo M-Í-N-I-M-O.
Cuando llega esto:
Nuestro cerebro nos dice lo siguiente:
Y, por supuesto, florecilla, no se te ocurra combinar los puntos uno y dos. O igual explota tu pantalla cuando te llegue la respuesta.
Cuando te envíe el presupuesto y la prueba de corrección
3. Dinos que no necesitas una revisión de estilo cuando has usado cuatro gerundios, tres repeticiones y dos adverbios acabados en -mente en el primer párrafo
Yo no sé qué manía con que la revisión de estilo no es necesaria. Igual crees que eres Cortázar. Y, oye, igual sí. Pero en ese caso dudo que ninguna te diga que necesitas hacer una revisión de estilo muy fuerte. En la prueba verás cuánto te han corregido. Y si te llega lleno de rojo (y no solo es por las faltas) igual es que sí necesitas que te ayuden a pulir el estilo.
Te recuerdo que la cosa no es cambiar tu voz, pero evitar repeticiones, redundancias, frases con doble interpretación, trabajar el ritmo, etc., nunca está de más.
4. Regatéanos los precios o dinos que pagarás en servicios, que ni necesitamos ni nos importan, porque eres influencer
Si regateas, haces de menos nuestro trabajo, nos obligas a malvivir y, desde luego, a trabajar tres veces más, lo que significa que dedicaremos a tu texto tres veces menos de tiempo. Son matemáticas simples.
Tal vez la correctora de tu preferencia se salga de tu presupuesto. No pasa nada, hay buenas correctoras con diferentes precios y en la prueba de corrección podrás valorar por qué unas son más caras que otras, y cuál se ajusta más a tu estilo o a tu bolsillo.
Respecto a pagar en servicios, no te voy a mentir, yo lo he aceptado en ocasiones, y sé de muchas compañeras que también, pero asegúrate de que son tan útiles para nosotras como para ti la corrección. A lo mejor eres maquetador y nosotras también escribimos, pero de maquetar no tenemos idea. Tal vez sepas de páginas web y tu correctora necesite algo. Pero nunca nunca tengas la desfachatez de regatear a cambio de hacerle publicidad. Aunque tengas un millón de seguidores. Tal vez tu campo a ella no le interese y no sea su cliente objetivo. Y, además, el trabajo que le contratas también te beneficia a ti porque ofrecerás a tu público un producto profesional.
Tú debes cuidar tu marca y tu reputación. Igual que nosotras.
5. No le des las gracias por su tiempo, contrata el presupuesto más barato sin tener en cuenta la diferencia en la muestra de corrección y, si te sale mal la cosa, habla mal del oficio de corrector
Hay quien pide diez presupuestos. Y eso es lo que se debe hacer (¿qué pensabas, que te iba a decir que no?).
En primer lugar, porque así ves una muestra del trabajo de la correctora. De ese modo descubrirás hasta qué punto crees que puedes congeniar y aprender con ella. Porque en una corrección también se aprende. Si es meticulosa, te explica los cambios, te aporta conocimientos y te gusta cómo explica, no lo dudes: contrátala. Siempre digo que las correctoras somos como las psicólogas o el médico de cabecera, y como no conectéis, la relación terminará siendo un infierno o, al menos, menos agradable de lo que podría ser.
En segundo lugar, ya te lo he dicho antes, el precio de tu ganadora tal vez no se ajuste a tu bolsillo y tengas que decidir entre las otras. Y no pasa nada, porque cada persona sabe qué presupuesto tiene. Cuando te hace falta un coche miras el modelo que te gusta, pero al final, elegirás el que sabes que te puedes permitir.
Ahora viene la segunda parte: recuerda que «es de bien nacido el ser agradecido».
La correctora invierte un tiempo importante en responder a tus correos, aclarar tus dudas, preparar el presupuesto y, lo más costoso, en hacerte una prueba de corrección. Y hasta donde sé, ninguna cobramos por nada de eso (hay sectores en los que sí se hace). Enviar un mail rechazando su oferta si no te la puedes permitir o no te ha gustado, explicándole el porqué con amabilidad y dándole las gracias por tu tiempo te llevará unos tres minutos. Seguramente ella haya invertido en ti más de una hora por muy automatizado que lo tenga todo. Una hora, que no ha dedicado a otros clientes, su familia o hacer croché.
Después de contratarla
6. Rebate una por una todas las correcciones y notas que te hemos dejado en el texto
Que tengas dudas y preguntes es normal, es parte de nuestro trabajo y lo sabemos. Lo que no es tan normal es que te dejen explicaciones y tú contraargumentes con razones tan poderosas como «a mí me gusta más así, diga lo que diga la normativa», te escudes en que «es mi estilo» (¿has pensado que tu estilo puede ser indescifrable o, sencillamente, una mierda?) o, más importante aún, «no estoy de acuerdo». Que digo yo que si tanto sabes y tan claro lo tienes, para qué te gastas los oros en una profesional. Vete de copas, de viaje, haz puenting o lo que sea que hagas en tu tiempo libre. No pierdas tu dinero y tu tiempo y no permitas que lo pierda ella.
Por supuesto, las dudas hay que preguntarlas, y si realmente es una cuestión de estilo, una buena profesional solo te sugerirá los cambios y se adaptará a ti y tus gustos. Incluso es posible saltarse la norma y que no implosione el universo. Pero asegúrate de que si lo haces, tanto tú como tu correctora sepáis por qué lo hacéis.
7. Usa viñetas en lugar de rayas para puntuar los diálogos (te cobraremos un extra)
Te cobraremos un extra y maldeciremos en secreto porque ese extra no está pagado. El uso de las viñetas en lugar de la raya de los diálogos son el tercer infierno de Dante de la corrección.
Por si no sabes lo que son las viñetas, es esa opción terrible que se usa para configurar listas con puntitos, guiones o números. Puede llevar horas solo solucionar esta «tontería». Muchas compañeras avisan a sus clientes de que si no lo cambian ellos, tendrán que cobrar un poco más, y no me extraña.
Por cierto, que si eres correctora (o corrector, que luego me viene algún señoro a llorar porque hablo en femenino genérico de este oficio… Bah, no, esos que pasen al punto ocho), estás de suerte. Nuestra consultora editorial favorita, Mariana Eguaras, tiene una macro en su blog para cambiar las viñetas por rayas con un clic. Porque a Mariana nuestra salud mental sí le importa. (Gracias Mariana).

8. Anuncia la fecha de publicación de tu novela para dentro de quince días… cuando aún no ha empezado la corrección
Parece obvio que si no has comenzado a corregir tu novela y no has contratado a tu correctora, o no la has avisado de cuándo necesitas que empiecen los trabajos para ver si ella tiene hueco, no puedes tener una fecha de publicación bien cerrada. Pues no lo es. Hay quien aún no te ha dicho que se queda contigo y ya dice qué día, mes, hora y minuto va a publicar.
Una corrección con prisas es una corrección mal hecha. Además, muchas de nosotras trabajamos con agenda a meses vista. Algunas no podemos meter a nadie antes de dos o tres meses, otras, incluso trabajan con agenda cerrada medio año antes. Así que asegúrate de que en qué fecha pasarás a corrección, de los tiempos estimados (cada manuscrito requiere un tiempo diferente según extensión, erratas o incluso los horarios de tu correctora), y ten en cuenta que luego tendrás que maquetar, hacer la revisión de maquetación, imprenta, los días que tarda Amazon en subir el documento…
9. Introduce cambios después de la corrección y publica sin que pase por nosotras otra vez
Esta es una de mis favoritas. Aquí incluyo dos categorías:
- Me gusta cagarla porque tengo síndrome del impostor: Una vez terminada la corrección, te entra la paranoia prepublicación y añades mil chorradas sin sentido a la versión final. La mandas a maquetar, publicas, y luego lloras porque hay erratas. Llamas a tu correctora, le dices que qué ha pasado, ella recibe el archivo, lo compara con el suyo, ve lo que has hecho y… y no grita porque tenemos horchata en vez de sangre. Bueno, vale, sí grita. Pero en los grupos de Telegram en los que hay otras correctoras de confianza. A ti, directamente, te echa una bronca. Con educación. O no. Todo depende de la confianza que tengáis. Porque quien paga NO SIEMPRE tiene la razón.
- Yo la cago porque la vida me ha hecho así: Tu correctora te manda la primera corrección del texto. Aceptas o rechazas cambios. Sabes que se lo tienes que reenviar para que revise de nuevo, ya que, ahora, con el texto «limpio» va a buscar las erratas que se hayan colado (dobles espacios, falta de espacios, acentos y puntos perdidos… ortotipografía, vamos). Según a quién contrates, puede que incluso dé otra vuelta de estilo. Pero tú no. Has estado ocho años para escribir esa novela y lo que quieres es publicar. Para qué esperar otra semana. Así que te lanzas. Y luego pasa lo que pasa. Que te ponen una estrella en Goodreads.
Pero a quien hace esto le han enseñado a ser agradecido, que está muy bien, y nombra a su correctora en todas partes. Tu reputación y la suya destrozada. No os queda otra más que iros a vivir juntos debajo de un puente y desaparecer del mundo literario para siempre.
10. Haznos una pregunta cada día. Si es por teléfono, mejor. Estamos aquí para servirte
Este verano, alguien a quien aprecio mucho (Hola, Pep, si lees esto te mando un beso libre de virus) me preguntó por qué las correctoras somos tan reacias a darle nuestro teléfono a los clientes. Le expliqué que había dos motivos principales (y son casos reales, vividos por mí y mis compañeras):
«¿Tú sabes lo que es aguantar a un autor hablando de su libro cuando está en pleno proceso de escritura, corrección o edición? Eso no está pagado, nene. Horas, te pueden tener horas al teléfono. El último me pidió una sesión de Skype para aclarar un punto. Cuatro horas. Imagina si llegan a ser dos puntos. Me suicido.
Pero la cosa va a más, porque algunos clientes intentan que quedes con ellos. Aunque uno viva en Madrid y el otro en Estocolmo. Y si no, no te contratan. Que digo yo que es raro que un cliente quiera coger el coche y hacer, pongamos, trescientos kilómetros para verte la cara. Mucho no inspira, no».
Hay un tercer motivo. Os queremos mucho, pero a veces los clientes no se dan cuenta y te llaman a todas horas para preguntar cualquier duda, sobre todo si están revisando la primera vuelta del texto. La cosa es muy sencilla: en las notas puedes hacer preguntas. También puedes apuntarlas todas y mandarme un correo con ellas, no hace falta que mandes un correo con cada una.

El de corrección es un trabajo que requiere que estemos concentradas. Si cada tres minutos tuviésemos que atender la llamada de un cliente, no acabaríamos nunca, así que por eso rara vez os dejamos el número de teléfono. Estamos en el siglo XXI y no necesitamos una centralita. El correo es nuestra centralita. Tenemos un negocio, no un centro de dudas lingüísticas.
Que esa es otra, lo de mandar dudas a todas horas en vez de contratarnos, pero me daría para otra entrada y ya llevo más de dos mil quinientas palabras (juro que un día de estos recorto a mil quinientas).
Una cosa es la amistad y la confianza, pero recuerda, la confianza puede dar asco.
Espero haberte alegrado un poco el día, pero, sobre todo, espero que entiendas un poco más esta profesión y cómo tratarnos con el mimo que te gusta que te tratemos nosotras. Y, por supuesto, esta entrada está dedicada a todas mis compañeras de profesión, sobre todo a los grupos de Aquelarre de correctoras y Correctoras al rescate. Porque sin las personas que lo componen, todas estaríamos un poco más locas.
Si eres cliente, ¿cómo le jodes la vida a tu correctora?
Si eres correctora, ¿qué es lo que más te jode de los clientes?
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Me encanta la frescura que tienes a la hora de escribir. Aquí ando, riéndome sola. Gracias y mil gracias.
Jajaja oye me encantó. Ya me imagino lo que han de sufrir.
Como escritora no conocía esta profesión y con estos tips ojalá pueda tratar correctamente a una correctora y no joderle la vida.
Definitivamente debo compartir esto.
jajajaja Me has hecho reír muchísimo.
Yo pequé con las viñetas en lugar de rayas de diálogo, y creo que mi correctora no me mató gracias a que no le ponía «ola ke ase», ni la llamaba por teléfono 😂😂😂🙊🙊 ( o porque es una santa, que también puede ser)
Lo bueno es que de todo se aprende, y con suerte la próxima vez le doy menos dolores de cabeza.
Un abrazo fuerte y gracias por esta dosis de humor, Bea
No sé quién es tu correctora, pero ya le puedes ir construyendo un pedestal, Bea. XD
Me alegro de haberte sacado una sonrisa.
Un abrazo.